Se dirige hacia a una sala de su casa, con pies descalzos y
utilizando ropa cómoda. Enciende su abanico, toma un lienzo, lo coloca
en frente de una pared, justo donde se encuentran sus pinceles y las
tabla de colores. Se sienta en el piso, luego el pintor se sumerge en su
mundo para dar rienda suelta a su creatividad.
Los espacios más oscuro y solitarios de la casa de Raúl Marín han sido los cómplices de este artistas durante años.
Las creaciones de Marín emergen en ciertos momentos de soledad, cuando sus ideas se convierten en admirables cuadros.
La obra de arte que está trabajando actualmente es un árbol con diferente matices, acentuando tonos verdes y amarillos.
El hogar de Marín alberga impresionantes pinturas. La Banana Sleep,
es una de estas. Cuando te adentras en el cuadro apreciando las
estructuras y formas este te atrapa. En el se refleja el cuerpo desnudo
de una mujer acostada en un banano.
Vivió en Italia
El pintor pinolero Nació en el departamento de León y comenzó a
interesarse por la pintura cuando tenía 13 años. Fue a esta edad que
inició a crear sus primeras obras de arte.
“Como todo niño que se refugia en algo, así lo hice yo, me refugié en
la pintura, comencé a pintar porque me gustó, y también porque quería
ocupar mi tiempo libre para escapar de muchos problemas que tuve cuando
era adolescente”, comparte Marín, mientras acaricia su larga barba que
empieza a teñir con el blanco del tiempo que trae sabiduría.
A los 23 años, el arte lo llevó a explorar nuevos horizontes y la aventura lo empujó a aterrizar en suelo italiano.
En aquella nación estudió artes plásticas en la Academia de Bellas Artes de Florencia. Fueron 36 años radicados en Italia, país en el que logró perfeccionar las técnicas del pincel, y en donde conoció otros mundos y expandió el propio.
Regresó a Nicaragua a los 59 años y actualmente tiene 65. El amor, la
chispa y la ilusión de crear son su principal entusiasmo de cada día.
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